¿Estamos cerca de un colapso de la civilización?

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En el último capítulo de mi libro “The Patterning Instinct: A Cultural History of Humanity’s Search for Meaning”, exploro las tres posibles trayectorias que podría seguir nuestra civilización. Estas son:

Si nuestra civilización sucumbiera bajo los efectos del cambio climático, no sería la primera vez que esto ocurriera.

Los estudios han demostrado una correlación entre el declive de las civilizaciones más antiguas y los períodos de importantes cambios en el patrones del clima. Si a esto le unimos el deterioro general del ambiente, la correlación con el colapso de la civilizaciones se vuelve aún más llamativa. Las implicaciones que esto tiene con nuestra civilización son evidentes. Además del cambio climático, nos enfrentamos a numerosas presiones ambientales derivadas de un crecimiento exponencial del consumo.
El antropólogo Joseph Tainter ha expuesto una teoría del colapso que puede aplicarse a una sociedad tan compleja como la nuestra. Las sociedades pueden entenderse en términos de flujos de energía. Si una sociedad descubre una nueva fuente de energía, crecerá en tamaño y complejidad como resultado de la explotación de esa fuente de energía. La fuente de energía puede variar considerablemente. Puede surgir de una nueva tecnología, como los sistemas de riego de la antigua Mesopotamia, o puede ser la energía procedente del trabajo humano de las naciones conquistadas y sometidas a un poder militar, como ocurrió con el Imperio Romano.
A medida que una civilización se vuelve más compleja, necesita cada vez más energía para mantener su crecimiento, y generalmente seguirá haciendo lo que ha hecho en el pasado y dio buenos resultados. Tainter describe esto como una inversión en complejidad por parte de la sociedad. Sin embargo, después de las primeras cosechas que se obtienen con facilidad, los siguientes pasos en el crecimiento de la sociedad se hacen más difíciles y con mayores costes. En un determinado momento, el retorno a la sociedad de esa inversión en complejidad alcanza su punto álgido, y a partir de ahí consume cada vez más recursos con unos rendimientos cada vez más escasos. En efecto, a medida que la sociedad se vuelve más compleja, se le hace cada vez más difícil mantenerse en los mismos niveles de prosperidad. “De continuar con esta tendencia, el colapso se convierte en una cuestión de probabilidad matemática”, concluye Tainter.
Es difícil, al considerar este modelo, no establecer un paralelismo con nuestra civilización. Mientras que en la antigua Roma la fuente primaria de energía era la de las naciones conquistadas, la fuente primaria de nuestra civilización es la de los combustibles fósiles. Mientras que aquellos se enfrentaron a un aumento en el gasto para la administración del Imperio, nosotros nos enfrentamos a un impacto mundial por el aumento de las emisiones de carbono. Cuando aquellos intentaron la búsqueda de soluciones a corto plazo, surgieron problemas insalvables para la generaciones futuras, y nosotros estamos haciendo lo mismo al permitir que la emisiones sigan aumentando, incluso cuando sabemos que eso llevará hacia un futuro en el que los fenómenos climáticos sean más imprevisibles.
Los retos no pueden ser mayores para la humanidad. Si nuestra actual civilización colapsa, la raza humana continuará, pero lo más probable es que los descendientes vivan en unas condiciones en nada parecidas a las que hemos disfrutado, unas sociedad con numerosas limitaciones, y donde posiblemente unas pequeñas élites muy poderosas se sirvan de esclavos humanos como fuente de energía. ¿Qué podemos hacer para huir de este panorama?

Solución tecnológica: la escisión de la humanidad

La solución, para muchos, es simple: la tecnología. La tecnología, fruto del ingenio humano, nos salvará. ¿Qué pasa con el argumento de Tainter? Una frecuente refutación es que el ciclo de retroalimentación tecnológica ha creado una dinámica propia. Tal vez la ley de Moore, combinada con el potencial de las nuevas tecnologías convergentes, haya dado a nuestra civilización una nueva fuente de energía, potencialmente ilimitada, y por lo tanto no se ajustaría a la teoría de Tainter.
Sin embargo, las soluciones únicamente basadas en la tecnología tienden a olvidar problemas estructurales más profundos, creando en el futuro aún mayores problemas. En lugar de suponer una salvación para la humanidad, la actual búsqueda de soluciones tecnológicas es probable que conduzca a una brecha aún mayor entre las minorías opulentas del mundo y una mayoría que viva en la miseria.
El abismo entre ricos y pobres se ha hecho tan excesivo que a menudo es difícil de entender. Los países ricos de la OCDE, que representan menos del 20% de la población mundial, consumen el 86% de los bienes y servicios del mundo, mientras que el 20% más pobre sólo consume el 1,3%. Estas cifras se traducen en la vergonzosa realidad de que mil millones de personas pasan hambre y cerca de otros mil millones sufren una desnutrición crónica.
Mientras tanto, los avances de la Ingeniería Genética ofrecen la posibilidad de que en unas pocas décadas el abismo entre pobres y ricos se extienda más allá del ámbito económico y tecnológico para convertirse en una diferenciación biológica. Con el tiempo, los ricos y los desposeídos podrían ser dos especies separadas: una especie mejorada genética y tecnológicamente, que explora formas totalmente nuevas de seres humanos, y la otra especie dejada al margen en un mundo que se tambalea por la explotación de los recursos y la degradación ambiental. A esto me refiero con un escenario que denomino Tecnosplit, o de escisión tecnológica.
La Declaración de Derechos Humanos de la Naciones Unidas afirma que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos… Todos tienen derecho a un orden social e internacional en el que los derechos y las libertades establecidos en esta Declaración puedan ser plenamente realizados”. Aquel escenario supondría una traición fundamental de estos valores humanos fundamentales. Sería algo parecido a que la minoría rica se construyese un bote salvavidas de lujo y abandonase el barco que se hunde rápidamente y en el que estuviesen aquellos que no pueden pagar un billete para entrar en el bote salvavidas.

Una gran transformación en los valores

Un escenario en el que la humanidad sigue mostrándose mostrenca ante la situación actual de crisis requiere de algo más que unas soluciones económicas y tecnológicas. Es algo necesario para evitar el colapso, pero si incluso tales medidas fueran efectivas, no evitarían la escisión tecnológica. Se requiere un cambio más importante en nuestras consideraciones, junto con cambios estructurales en el sistema económico que provocan que las desigualdades escindan a la humanidad.
En un escenario en que compartiésemos nuestra humanidad, el sistema económico debería ser transformado, junto con sus valores subyacentes: la búsqueda de un constante crecimiento material y la glorificación de la conquista de la naturaleza. En su lugar, necesitamos otros valores, aquellos que enfatizan la calidad de vida más que la cantidad de cosas que poseemos, nuestra humanidad compartida y un compromiso con el medio natural.

¿Cómo sería el final de este siglo si nuestra civilización siguiese el camino de una gran transformación?

Es probable una reorganización de las Naciones Unidas, con unos poderos más amplios para una distribución más responsable de nuestros bienes comunes. La estructura legal de las Corporaciones tendría en cuenta los beneficios, pero también a las personas y el medio ambiente. Si bien seguiría existiendo una enorme desigualdad entre los ingresos de ricos y pobres, esa brecha se reduciría como resultado de unas estructuras económicas basadas en la equidad más que en las explotación sin trabas. Y la protección del mundo natural tendría prioridad por encima de otras decisiones. Incluso podría haber una declaración de los Derechos de la Naturaleza en la ONU, que pusiera al mundo natural en la misma posición legal que la humanidad.
Este futuro, impulsado por nuestra comprensión de la interconexión de los sistemas globales, abarcaría la innovación tecnológica continua que prime el consume responsable y el su acceso compartido por todas las personas del mundo.
Es una carrera de relevos contra el cronómetro, en la que cada uno de nosotros es parte del equipo. Es una carrera que la humanidad puede ganar, si las dos visiones de progreso, a nivel tecnológico y moral, pueden unirse en una visión que aproveche la tecnología para el beneficio humano colectivo.
Por Jeremy Lent
Más información sobre The Patterning Instinct está disponible en www.jeremylent.com .
El Blog de MAHB es una iniciativa de la Alianza del Milenio para la Humanidad y la Biosfera. Las preguntas deben dirigirse a joan@mahbonline.org
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